Negada la fruición se publican,
desinchados del antojo mis coterráneos,
flácidos de impulso,
iterativos en las generaciones que tienen los rubores
remojados en cloro de palidecer,
burdamente correctos y corregidos,
entorpecen sus voluptuosidades,
pobrecitos ahí engreídos de su despojo de raudales,
ciegos a la metáfora natural de los cuatro ríos: los ardorosos caudales.
Será que se comen las pasiones en lo oscuro,
allá lejos del escarnio de haberlas,
que las tienen guardadas bajo la almohada
para lamerlas cual dulce de navidad que hacen durar hasta mayo
¡qué fuera pintoresco eso!
Será que me mienten, sí eso, en abundancia,
y se desdoblan en paralelos desahogos abstrusos,
¡qué fuera feo aquello!
Será que se aguantan porque tienen enormes vejigas
¡poco saludable condición!
o que, ciertamente,
tienen en la templanza más complacencia
¡respetable circunstancia!.
Talvez se sentirán ya bastante follados ellos
por esos líderes de secta: la tarjeta plástica,
el latón prestigioso y el cambiario documento
¡qué fuera vulgar el estado ese!
(Conjeturas provisionales todas estas, de mi facultad de apetito)
Yo, siendo también nativa de la ciudad regada,
no sé por cuál pulso pude conjurar a la vida
y botada, loca de generosa ésta
me dio aún más afluentes que metaforar.
Comunico para propósitos del registro del cabildo,
que hasta ahora no necesité suicidios
como les pasa a todos los profundos
que se sacan los calzones,
que dicen nalga,
que no se confiesan los sueños si nada más han hecho que confesar
(evangelio según los catequistas y las amigas catequizadas);
no me han salido pelos en las manos
ni me he convertido en pescado,
no me han brotado tres seis occipitales, les cuento,
por más taco de sentimientos, latex, papel y otras curiosidades
que a veces me congestionan las vías de deambular,
mezcla de ingredientes esa
que según la gastronomía femenina de la zona,
no se juntan en nombre del buen nombre de la estirpe gloriosa
y que supieran a gatuperio, sabor de cholo.
Nunca me supieron a tan advertida bilis, comento,
aunque algo de verdad tiene eso de un cierto sabor autóctono
pero ¡qué es más bien sabrosa la masa mestiza!
No, no he conocido el infierno, informo,
por más intolerancias suyas que he cometido
y por más que intolerancias me brotan propias y paradójicas
para con los laicos de la conducta,
que ni siquiera llegan a legos, lejos a abates,
pero dicen comportamiento de papa.
Declamo poético denuesto contra su artificial recato,
apóstrofe en el sexo
que bendicen si no despliega el doblez de la sábana,
yo en cambio la arrebujo, !mil veces la reburujo¡
yo fui amancebada,
y madre sin anillo,
yo fume y me tatué y me perforé con gusto
sin dejar de ser hija de la ciudad que es también de mí,
soy amiga de sus moscas
y la única cruz de dedos que hago es para la indiferencia.
Con vista de microscopio,
par de ojos de acercamiento para distinguir las cosas,
con lengua de hilvanar para no dejar sueltas
las palabras merecidas y siempre descosidas de los anales,
hábiles en plácemes y terrores
ésta y otros paisanos
por suerte alteramos su crónica lacónica,
eso, verán que agradece la historia además de la comidilla.
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