me ha traído una carta
en ella me dice que cayó depreso mi hermano,
la carta dice el motivo que ha cometido,
por estar suelto, disjunto y disperso
es autocondenado al engrillamiento.
Yo que me encuentro tan lejos, esperando la noticia,
me viene decir la carta,
que tampoco he sido justa en el abandonamiento;
si caso esto es el motivo, presa también voy sargiento, sí.
Métame con él al cepo pa decirle que he notado
que buscarnos en la ausencia no es bronca tarea
si recordamos de nosotros
bajo el cobijo abrigado
de ser los dos quienes más saben de nos,
si vamos pa depositarnos todo completo
en las blandas fraternas manos
que nacieron con muñones
donde iban los dedos de acusación,
si vemos los cuerpos espiralados y marcados
por igual liana dura, alga de ADN, sí.
Déjeme en la misma celda sargiento
pa decirle que haga uso de esto mío
que es suyo por herencia y también por vivencia,
pa decirle que juntos somos humildemente poderosos
y por eso habrase visto la insolencia, barbarie y alevosía
de la dictadura del adormilamiento,
que por la fuerza de la confusión quiere
mantenernos unos, esparcidos, exiliados;
que no haga caso a eso que hablan de la distancia
que desde el ahora no mediremos en kilómetros
como en omisiones, sí.
Quiero volver a nuestra tierra
que ya no es de minerales ni de limítrofes mojones,
sino nuestra conversación insubordinada,
constructora, fructuosa, favorable, sí.
Voy hermano mío, que nos encarcelen a los dos
y en la prisión conjunta
podremos planear entrañable revolución.
Por suerte tengo palabras,
para llorar mi dolor,
también tengo una hermana y un hermano,
fuera del que se engrilló,
todos son revolucionarios,
con el favor de mi Dios, sí.
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