jueves, 11 de febrero de 2010


Tuve ceguera de espejos

porque esos asoman a la maraña submariana,

a la yo sin punta de madeja.

porque descubren y no satisfacen.

Tuve miedo de escudriñar los fondos

porque la cuenca estaba atiborrada

con materias de densidad humana.

Me dejaba crecer la miopía y la catarata,

buenas guardianas del secreto

que esconde la memoria selectiva.

Mis daños estructurales se burlaban

de los divanes, las lecturas de manchas

y la libre asociación de palabras.

La piloto automático que maneja

al instinto de conservación, al de autosatisfacción

me protegía de mi misma con más fuerza que maña.

Superyo notable,

me evitaba confrontaciones con el olvido,

conciliaba con la omisión y la negligencia.

Pero cada cierre de ciclo, cada año fiscal

algunas de mis personalidades sugerían inventario,

balance de positivos e inversos, rendición de cuentas;

y no fue el psicoanálisis el que

me devolvió la vista de espejos,

It was the bad girl´s sindrome,

rehabilitación de la yo villana

que se jacta de anormal, de vulgar anomalía,

que se solaza en lo abyecto, en el común avieso,

que se sabe sanguínea, ordinaria inicua,

que se conoce descompuesta, corriente imperfección.

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